Recuerdos de mi Niñez
Cuando era pequeña siempre solía ir a Barbate, el pueblo donde nacieron, vivieron y se unieron mis padres. Ellos siempre nos han inculcado a mi hermano y a mí, que lo que tuviéramos en un futuro sería lo que hubiéramos conseguido con el sudor de nuestra frente. Y esa... era la filosofía que invadía aquel pueblo de pescadores.
Aún recuerdo mís días disfrutando de la Playa del Carmen o del Botero, cuando mi padre con su pequeña vara de poliuretano nos regañaba a mis primos y a mí. Esa arena y ese agua cristalina cuales gotas rozaban dulcemente mi piel, y me hacían sentir especial.
Dios!!! Cuantas veces he jugado al elástico o a "la liguilla" como popularmente se dice allí, en la puerta de la casa de mi abuela. Y cuantas veces he ido a comprar a lo de Chano "una viena con Chopped" (no sé si era el lugar pero allí, me sabía más bueno).
Todas estas cosas me las hizo recordar ayer el umbral de aquella casa tan modesta de Nicolás "el Matriculao", esa casa fría y húmeda por la cercanía del mar, tanto físicamente como psicológicamente. Mi abuelo, la única razón de su existencia era y es el mar, y todavía hoy en momentos de lucidez habla de días de sol, de levante y de tempestad en alta mar, y como deseaba pisar tierra para encontrarse después de muchos días a su familia; ocho hijos a su cargo y nunca a ninguno les faltó nada, porque allí estaba María, su mujer, la estrella que le guiaba desde la mar y la cual hoy en día, aunque ya no esté con nosotros, yo sé que él la sigue amando con locura en lo más hondo de su corazón, como el día que se casaron en un descanso que le dieron a él, por estar en la Guerra Civil.
Lo que en cierto modo soy hoy en día, gran parte se lo debo a mi abuela, una mujer esplendida de belleza y llena de amor (aunque no lo solía mostrar en público). Me encantaban esas pequeñas peleas que tenía con ella, típicas del pavo; y esa risa tan peculiar que le salía cuando sus nietos le ganabamos a las cartas, sobre todo al "plato". Cuando ibamos a Chirino a comprar sus deseados merengues, o el 1 de Enero en Benalup, probando esa rica paella que nos preparaban en "Casa Pepe" para toda la familia.
Podría contar millones de momentos entre ella y yo, pero prefiero dejarlos en mi corazón y no airearlos demasiado, por si acaso el viento me roba algunos de esos dulces recuerdos.
Esos dulces recuerdos que a veces toco con pena por ya no tenerla conmigo, y otras con alegría por ser tan afortunada de haberla conocido, y haber aprendido que lo que me propusiera si yo quería, lo sacaría adelante y que nunca, nunca me dejaría desvanecer, porque ella siempre estaría conmigo para apoyarme.
Donde quiera que estés, GRACIAS
Aún recuerdo mís días disfrutando de la Playa del Carmen o del Botero, cuando mi padre con su pequeña vara de poliuretano nos regañaba a mis primos y a mí. Esa arena y ese agua cristalina cuales gotas rozaban dulcemente mi piel, y me hacían sentir especial.
Dios!!! Cuantas veces he jugado al elástico o a "la liguilla" como popularmente se dice allí, en la puerta de la casa de mi abuela. Y cuantas veces he ido a comprar a lo de Chano "una viena con Chopped" (no sé si era el lugar pero allí, me sabía más bueno).
Todas estas cosas me las hizo recordar ayer el umbral de aquella casa tan modesta de Nicolás "el Matriculao", esa casa fría y húmeda por la cercanía del mar, tanto físicamente como psicológicamente. Mi abuelo, la única razón de su existencia era y es el mar, y todavía hoy en momentos de lucidez habla de días de sol, de levante y de tempestad en alta mar, y como deseaba pisar tierra para encontrarse después de muchos días a su familia; ocho hijos a su cargo y nunca a ninguno les faltó nada, porque allí estaba María, su mujer, la estrella que le guiaba desde la mar y la cual hoy en día, aunque ya no esté con nosotros, yo sé que él la sigue amando con locura en lo más hondo de su corazón, como el día que se casaron en un descanso que le dieron a él, por estar en la Guerra Civil.
Lo que en cierto modo soy hoy en día, gran parte se lo debo a mi abuela, una mujer esplendida de belleza y llena de amor (aunque no lo solía mostrar en público). Me encantaban esas pequeñas peleas que tenía con ella, típicas del pavo; y esa risa tan peculiar que le salía cuando sus nietos le ganabamos a las cartas, sobre todo al "plato". Cuando ibamos a Chirino a comprar sus deseados merengues, o el 1 de Enero en Benalup, probando esa rica paella que nos preparaban en "Casa Pepe" para toda la familia.
Podría contar millones de momentos entre ella y yo, pero prefiero dejarlos en mi corazón y no airearlos demasiado, por si acaso el viento me roba algunos de esos dulces recuerdos.
Esos dulces recuerdos que a veces toco con pena por ya no tenerla conmigo, y otras con alegría por ser tan afortunada de haberla conocido, y haber aprendido que lo que me propusiera si yo quería, lo sacaría adelante y que nunca, nunca me dejaría desvanecer, porque ella siempre estaría conmigo para apoyarme.
Donde quiera que estés, GRACIAS
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